Sin duda, uno de los mejores momentos del día para muchos papás y mamás es el momento en que hay que llevar a la cama a los más pequeños.

Esto es una realidad por varios factores. Primero, porque es cuando todo el mundo empieza a descansar (si tienes pensado tragarte este artículo, tú ya me entiendes). Y segundo, porque hay quien piensa que puesto que es un trámite del que no te puedes escapar, ¿por qué no convertirlo en un momento mágico? ¡Y hasta disfrutarlo! 🙃🙃🙃
“Uno de los mejores momentos del día para muchos papás y mamás”

Además, es algo que podrás disfrutar a diario y por supuesto, para los niños es una actividad llena de beneficios:
Que se interesen por la lectura, el vínculo entre padres e hijos, relajación previa para el descanso, su desarrollo mental e imaginativo, enriquecer su vocabulario y 13.867.348,45 millones de motivos más que ya sabemos. Pero todo esto lo dejamos para otro día.
Hoy me vais a permitir una reflexión egoísta: ¿Qué ganamos nosotr@s?
Con el tiempo puedes descubrir que podría ser tu momento de terapia anti estrés.
¿Qué? Sí, sí, has leído perfectamente. La lectura del cuento, según mi criterio, consta de tres etapas que el niñ@ va superando y que tú puedes utilizar como retos a superar para alcanzar tu beneficio. A ver qué te parece:
- Paso de irme a la cama y mi padre/madre me quiere contar un rollo…😏😏
- ¡Anda! Pues mola el cuento.😅😅
- Como siga leyendo al final me duuueeerrm…💤💤
“Con el tiempo puedes descubrir que podría ser tu momento de terapia anti estrés.”
Voy a entrar en detalle:
FASE 1. Es la más complicada. Puede llegar a ser insufrible y es la más dura. Es en la que muchos desisten y deciden el: ¡Que te duermas de una vez y punto! ¡Ahora mismo apago la luz!

“¡Que te duermas de una vez y punto! ¡Ahora mismo apago la luz!”
Suele venir acompañada de saltos en la cama por encima de nuestras piernas, lanzamientos en plancha con doble tirabuzón y, lo mejor, de gritos estridentes y risas desproporcionadas para las horas que suelen ser. En fin, un numerito. Si tiras la toalla aquí, estás perdido, pero si aguantas el tirón, pronto recogerás frutos.
FASE 2. La cosa mejora cuando se empieza a dar cuenta de que esto puede interesarle. Entonces se tumba en tu brazo. ¡Sí! ese que ya no vas a mover nunca porque, al ver que está tan relajad@ te da miedo que se reactive y que vuelva a la temida fase uno.

“La cosa mejora cuando se empieza a dar cuenta de que esto puede interesarle”
En este momento, estás mitad y mitad: 50% como te lo curres y 50%, en manos del cuento.
Si lo trabajas bien y consigues transmitir relajación y, muy importante, le interesa el cuento, rápidamente pasarás a la fase tres.
Lo de cómo trabajar el cuento, por supuesto ya irás mejorando, pero con la elección del cuento más te vale espabilar porque encontrar temáticas que interesen al niño es un tema fundamental, sobre todo cuanto más mayorcit@s son. Si vas por el buen camino, aquí empezarás a sentir lo que te decía. Si él/ella/ellos/ellas se relajan, tú también lo harás y es el momento de empezar a disfrutar.
“Con la elección del cuento más te vale espabilar porque es un tema fundamental”
FASE 3. Cuando llegas a esta fase, aparte de sentirte un triunfador exitoso, disfrutarás del proceso de relajación. Le empieza a pesar la cabeza, respira profundo y se duerme. Esto naturalmente es extremadamente contagioso si te dejas llevar.

Sé de buena tinta, que hay quien sabiendo que se ha dormido su hij@, decide seguir contando el cuento en voz alta al compás de su respiración hasta el final. No hay palabras para ese momento. Ese, sí es solo para nosotr@s. Naturalmente con el brazo totalmente dormido y en una postura quizá cuestionable, pero da igual. Ese es el momento mágico. El más deseado y la joya de la corona anti estrés si consigues concentrarte en el momento. Solo son cinco minutitos para olvidarte de todo lo que tienes que hacer. Seguro que te lo puedes permitir.
“Hay quien sabiendo que se ha dormido su hij@, decide seguir contando el cuento en voz alta al compás de su respiración”
Pero lo separa una delgada línea del desastre y hay que tener mucho cuidado ¡NO TE DUERMAS! Este es el súper problema porque, por norma general, cinco o seis días a la semana, al día siguiente hay que trabajar. Así que, es mejor levantarse como se pueda haciendo uso de ese contorsionista o ninja que llevas dentro, dar el último besito e irse a la cama estirando la espalda y sufriendo los pinchazos de millones de alfileres que sientes mientras recuperas por el camino el brazo dormido.

“Solo son cinco minutitos para olvidarte de todo lo que tienes que hacer. Seguro que te lo puedes permitir.”
Enrique Martín